Cuando en marzo de 2020 nos tuvimos que aislar en el inicio de la pandemia, florecieron los webinars y encuentros virtuales diversos que mostraban la avidez de los Empresarios turísticos, los Actores públicos, representantes de la Sociedad Civil y la Academia por hablar de sostenibilidad y de cómo iba a transformarse el turismo, en una nueva etapa que comenzábamos a llamar regenerativa. Estuve invitado en varios de ellos, y siempre, ante el entusiasmo de la audiencia y los otros expositores sobre ese futuro promisorio, de cambio definitivo, decía – y todavía puedo sentir la decepción de algunas personas – que no debían juzgar la transformación del turismo en el contexto de la pandemia; era mejor explicarla por los avances, lentos pero continuos, que las nuevas generaciones de consumidores venían imponiendo, desde una mayor sensibilidad hacia el otro, léase las comunidades anfitrionas, las grandes problemáticas ambientales y la cultura local. Nunca fui muy optimista acerca de que la post-pandemia nos iba a llevar mágicamente a un nuevo limbo de la sostenibilidad donde la industria turística sería parte de la transformación de las sociedades y de la preservación de los recursos naturales y culturales de nuestra agobiada Tierra. Decía entonces que la sobreactuación de algunos actores mencionados anteriormente, podía ser avasallada por el reinicio de la actividad plena al fin de la pandemia y la necesidad de recuperar el tiempo perdido en términos económicos, olvidando de pronto todo lo planteado sobre el turismo sostenible y regenerativo.
Creo que lamentablemente tenía razón. Me hubiera gustado equivocarme….
Hace dos días vi una noticia que hablaba de una “hazaña blanca”, porque un Airbus A340 con capacidad para 400 pasajeros, procedente de Ciudad del Cabo, aterrizó por primera vez en la Antártida, para que 23 turistas pudieran estar tres horas sobre el hielo de una de las regiones más frágiles de nuestro planeta. La huella de carbono solamente de ese viaje, dividida por los 23 pasajeros, es una monstruosidad. Más todas las huellas inherentes a la preparación de ese viaje, de la pista de hielo, y todo lo previo.
Por cosas como estas hablo de “El Fin del Turismo”, un concepto antipático, y provocador que espero nos permita reflexionar y poner límite, porque la existencia de consumidores con poder adquisitivo suficiente no significa que todo sea posible y comercializable. Que me digan además que es el primero de muchos vuelos a la Antártida es una pésima noticia.
Fin del Turismo y comienzo de la verdadera era del Turismo Sostenible, y luego incluso, si me permiten este orden de relevancia los nuevos y en muchos casos recién llegados gurúes del Turismo Regenerativo, hablar de instancias superadoras de ese bello paradigma que sigue siendo el Desarrollo Sostenible.
Provoquemos el debate con los consumidores, ampliemos la base de turistas responsables, que no tienen que ser solo algunos millennials y centennials cuya juventud en si no es merito ni garantía. Defendamos con decisión y enfáticamente los pocos sitios prístinos que nos quedan, detengamos la privatización de espacios naturales, garanticemos libre acceso a los Bienes Comunes, atendamos la cuestión de la propiedad efectiva de la tierra de asentamientos centenarios de agricultores y pescadores y de Pueblos Originarios en América Latina, veamos como el turismo puede incluir y no excluir, y dar oportunidades de desarrollo económico a grupos vulnerables.
La agenda es amplia, pero seguimos midiendo el éxito turístico solo con indicadores económicos, y eso es antiguo, aunque muchos no se han dado cuenta aún, y eso le cabe a los medios de comunicación y en especial al Sector Público.
Hace unos pocos años me invitaron a dar una conferencia en Antigua, Guatemala, una de mis ciudades estéticamente preferidas en América Latina; era una reunión muy millennial, atravesada por la criptoeconomía y la tecnología, con jóvenes discutiendo como se iban a hacer millonarios en breve, reflejo de lo que se muestra como éxito personal. También mi viaje tenía la intención de llamar la atención sobre Las Ruinas Mayas de El Mirador, fascinante complejo, pero eso es motivo de otra nota…. En ese contexto extraño, para defender el Mundo Maya, dije que las tres amenazas para el turismo sostenible eran la Ignorancia, la Corrupción y la Codicia.
Siguen siendo las mismas….
Como modesta sugerencia, propongo comenzar a estabilizar el avión antes de caer en picada, mientras seguimos pidiendo en primera clase otra vuelta de champagne como si nada estuviera ocurriendo…..
Fabián Román
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